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Edmundo Aray y sus héroes
cinematográficos
Libia Planas
Página
ilustrada con obras de la artista
Aline Daka (Brasil)
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Nuestro cine –el latinoamericano -
también tiene sus sagas.
Y asimismo están plagadas de
heroísmo, aventuras y magia.
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En el caso
nacional, sólo basta recordar al prolífico
director Román Chalbaud con sus películas
“La quema de Judas”, “Sagrado y Obsceno” y
“El Pez que Fuma”, trilogía que retrató a la
Venezuela de las década de los años 70 y
donde, inteligentemente, el cineasta criollo
fusionó héroes y villanos reales, con el
telón de fondo de un país que se debatía
entre lo rural y urbano, entre el atraso y
el “progreso”, entre el compromiso político
y la vida fácil.
Han pasado muchos años y aunque la
diversidad de temas hoy es amplia para el
renovado cine venezolano, hay espíritus
sensibles que prefieren abordar, por amor y
convicción, la historia de una región que no
ha terminado de construirse, y los héroes
que han hecho posible estos acontecimientos.
Edmundo Aray es uno de ellos, y ha escogido
esta temática utilizando uno de los géneros
cinematográficos quizás más difíciles: la
animación, y dar vida a personajes de barro
moldeados por las manos de creadores
populares y un grupo de ceramistas,
reinventando, sin lugar a dudas, el cine de
animación.
A propósito del próximo estreno de la
tercera película de su trilogía sobre los
protagonistas de la historia latinoamericana,
“Simón Rodríguez, ése soy yo”, quisimos
indagar un poco más sobre este creador
multifacético que ha hecho del cine y la
literatura, sus canales de expresión
artística, y de la política y la economía,
sus filosofías de vida. Cuatro áreas que son
su pasión, según el mismo lo confiesa, y que
para él, no están desligadas la una de la
otra. |
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Primero fue
“Simón Bolívar, ése soy yo”, película de
animación sobre el Libertador suramericano a
la que le siguió “José Martí, ése soy yo”,
héroe anticolonialista, anti-imperialista y
líder indiscutible de la independencia
cubana. Ahora Aray echó mano del maestro,
para recrear la última historia de esta saga
animada nacional en “Simón Rodríguez, ése
soy yo”.
En el set de
filmación –una gran maqueta ubicada en el
Departamento de Cine de la Universidad de
Los Andes donde se mueven los muñecos de
cerámica que representan los personajes- nos
encontramos al hombre y artista. Es
innegable su amor por este lugar. Se siente
y se percibe su arraigo a esta cantera de
cineastas que desde los años 60 ha hecho
historia en el desarrollo del cine
venezolano.
“Yo me vine a Mérida, estando en la
Universidad Central de Venezuela, invitado
por el rector Pedro Rincón Gutiérrez para
que asumiera el cargo de Director de Cultura
de la ULA, una dependencia por donde han
pasado nombres de la talla de Gallegos Ortiz,
César Rengifo, Oswaldo Vigas, Carlos
Contramaestre, Salvador Garmendia, entre
otros. En ese momento, Tarek Souki -director
del Departemento- viaja a Italia, y en un
tiempo determinado, yo paso a ser el
director del departamento, luego de Souki,
donde me quedo más o menos hasta 1994”.
Edmundo Aray seducido totalmente por el cine
se entrega de lleno a este movimiento y a su
actividad creadora como escritor. “En ese
departamento me enamoré y me apasioné mucho
más por el cine. Sobre todo, porque
pensábamos que estábamos haciendo un gran
trabajo, produciendo un buen cine realizado
por jóvenes que, hoy en día, son grandes
figuras de la cinematografía nacional, como
Andrés Agusti, Carlos Azpurua, Thaelman
Urgelles, Armando Arce y muchos más”, dice
Edmundo Aray con entusiasmo.
Todo el mundo venía para acá, continúa, o
bien a trabajar con nosotros, o para
solicitar coproducciones. Por el
Departamento de Cine de la ULA desfilaron
cineastas latinoamericanos como Fernando
Birri, Patricio Guzmán y Jorge Sanjinés.
Esos tres nombres te dan una idea de la
importancia que tenía el departamento.
Publicaciones como la revista Sardio, en
Caracas, El Techo de la Ballena, y
Rocinante, le dieron la oportunidad de
explorar y expresarse mediante la literatura
y la política, “porque ninguna de la gente
de nuestra generación escapó de una
militancia política. Normalmente ninguno de
nosotros sabía en que organización política
militaba. Muchos venían de la Juventud
Comunista, Acción Democrática, el MIR, pero
todos de alguna manera participaban del
proceso insurrecional”. |
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“En
Venezuela los intelectuales siempre
han estado ligados a los procesos
políticos. Yo, que estudiaba
periodismo y economía, me reunía
muchísimo con los escritores, a
veces hasta tres o cuatro veces por
semana. En consecuencia, no había
tiempo para estudiar dos carreras.
Mi vida comenzó a girar a partir de
mi amistad con Carlos Rebolledo,
entre la literatura, la militancia
política, la economía y el cine.
Esos han sido mis cuatro frentes de
trabajo”.
Edmundo Aray reconoce que su
relación con el cine se inicia
gracias a su amistad con el cineasta
Carlos Rebolledo, quien había estado
en el exilio, estudiando en Francia,
México, Chile, y luego se vino a
hacer cine en Venezuela, con ideas
claras y distintas. Las obras de
Rebolledo estaban influenciadas en
las propuestas fundamentales de
Joris Iven y Chris Marker, y de los
cineastas latinoamericanos.
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“En esos días
de café en Caracas, me dice -voy a hacer una
película y yo te necesito a ti, porque tu
eres el que está llamado para el cine- El
había leído parte de mi obra, me conocía y
habíamos hecho muy buena amistad. (estamos
hablando de los años sesenta). Entonces me
anima para hacer una película sobre la
explotación petrolera en Venezuela de las
compañías extranjeras. Era una historia en
Cabimas sobre un periodista, un barbero y un
pescador. Pozo Muerto fue su nombre. Creo
que en ese proyecto aprendí a hacer cine
parcialmente. Se basó en entrevistas,
editamos en la UCV, e hicimos la mezcla y
copia en Cuba. A partir de allí, me
entusiasmó enormemente el cine, sobre todo
porque nuestra literatura era en gran parte
una escritura de denuncia, subversiva, de
humor negro, provocadora, de cambio de
lenguaje. En ese momento pensé que el cine
era y es una auténtica arma para la
liberación”.
Con humildad, el autor de la trilogía
animada sobre Bolívar, Martí Y Rodríguez,
reconoce que Carlos Rebolledo fue en
principio un hermano, en segundo lugar su
mejor amigo, un intelectual sumamente culto,
un gran compañero, un artista excepcional
que estuvo ligado a su vida personal por lo
menos durante 30 años.
Amigo personal de la ceramista Glenda
Mendoza y de la escritora y docente Raiza
Andrade, Edmundo Aray quedó impresionado de
una exposición que Glenda Mendoza presentó
en Mérida en la década del 90 sobre Simón
Bolívar. Las piezas de Glenda lo cautivaron
de tal manera que él, ya vinculado al cine,
como Director del Departamento de Cine de la
ULA, no vio la exposición como el resto del
público, sino como una película. Aquellas
piezas estáticas, llenas de color,
adquirieron para él, movimiento y narración
“Pero si aquí hay una película, dije”, a lo
que Glenda y Raiza, cómplices, respondieron
afirmativamente. Muchas peripecias y
altibajos tuvieron que sortear estos tres
artistas para ver realizado su sueño, y
luego de un arduo trabajo, se pudo presentar
en 1994 esta película animada, donde Edmundo
compartió la dirección y el guión técnico
con Raiza Andrade, ayudados en esto último
por Adalberto Hernández y Glenda Mendoza.
Escritor nato, Aray se encargó del guión
literario. Fue un equipo grande de gente que
llevaría páginas nombrar, pero donde
destacan artistas reconocidos como Césary
Jaworski, Irina Dendiouk, David Rodríguez,
Johnny Parra, Lucrecia Chávez, Luis Astorga,
Alberto Arvelo Mendoza y Nazcuy Linares, por
sólo citar algunos, cada uno en su área.
Premios nacionales e internacionales dan fe
del impacto de esta primera película animada
de héroes locales.
“En Bolívar, ése soy yo nos sustentamos en
la improvisación, de la creatividad en el
lugar mismo de trabajo, de la locura, del
riesgo total, con gente ya experimentada en
el cine como Césary Jaworski y Adalberto
Hernández, junto con Rayza y yo, que nunca
habíamos sido directores. En consecuencia,
es una película de una gran frescura,
irreverente. Cada uno de nosotros tenía una
imagen de Bolívar y de allí surgió el título
de la película”.
El entusiasmo de la primera entrega sobre
Bolívar dio pie a la segunda: “José Martí,
ése soy yo”, esta vez sobre el héroe y poeta
cubano. Aquí se valió de las piezas de
cerámica de Ernesto Boichencko, Alba López y
Ramón Albornoz, para escribir un guión y
producir y dirigir una película sobre la
singular vida del artista caribeño. La
película se presentó en el año 2005.
En el mes de noviembre de este año, en el
marco del XXXII Festival del Nuevo Cine
Latinoamericano de La Habana, Cuba, Edmundo
Aray presentará su tercera película animada:
“Simón Rodríguez, ése soy yo”, cuyo rodaje
concluyó recientemente. Gabriel García
Márquez, presidente de la Fundación del
Nuevo Cine Latinoamericano, estará entre el
público asistente.
“Esta película
ha pasado por muchos procesos. Nunca había
pensado tanto una película. Es una película
minimalista, literalmente con el mínimo de
elementos posibles, trabajando,
fundamentalmente, con primeros planos y
planos medios, haciendo algunas concepciones
a los códigos del cine formal, y
particularmente del cine norteamericano.
Todo es el resultado de un taller de trabajo
en equipo, y responde, de cierta manera, a
los planteamientos estéticos de la película
sobre Martí”, aclara Aray, sin negar que la
propuesta fundamental de las tres películas
se mantiene: personajes que prácticamente no
se mueven, no se hace animación propiamente
dicha, sino que los personajes hablan y
hablan sus parlamentos, no con voces
infantiles, sino con la voz que se supone,
responde a cada uno de ellos.
“Yo estoy muy contento con el resultado del
trabajo -afirma convencido Edmundo Aray- es
muy buena la fotografía, excelente. Y se ha
dado un fenómeno bien interesante y es que
en esta, la mayor parte del equipo que
trabaja es de jóvenes. Hay gente muy valiosa
como Jhony Parra, hoy más maduro, pero con
una formación resultado del estudio, “Cheo”
Guillén, David Carmona, Vannesa Arteaga,
Gerard Uzcátegui, María Julieta Aray, y la
ceramista Alba López. Tu estás filmando y
estás respirando juventud, y tienes que
convertirte en un muchacho, porque a fin de
cuentas, la propia película te lo pide, te
exige ser ingenuo y fresco y tener el
espíritu de los jóvenes”. |
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Libia
Planas (Venezuela).
Periodista.
Contacto con Edmundo Aray:
edmundoaray@yahoo.com.mx.
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