NÚMERO 03
JANEIRO 2010
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CARLOS M. LUIS
Introduccion
a un bestiario surrealista |
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Desde los pulpos de mirada de seda que aparecen en
los “Cantos de Maldoror” (1), hasta el
gran oso hormiguero que Breton escogió
como su animal totémico, el bestiario
surrealista tiende a animarse… escogido
entre aquellos que parecen poder afectar a
la sensibilidad moderna, si bien su
interpretación jeroglífica permanezca
hasta la fecha reservada en grado sumo.
(2) Las palabras de Breton nos sitúan
en la presencia de una extensa fauna (en
muchos casos inventada), que puebla el campo
de la visión surrealista, añadiéndole de
paso el reto de su interpretación. Enlazada
a la elaboración de una poesía tanto escrita
como visual, se encuentra el simbolismo
hermético de los animales, sumado a su
intervención fabulosa, que sorprendemos en
todas las leyendas y cuentos de la
humanidad. En los cuentos de hadas los
amantes se metamorfosean en aves, y a su vez
éstas con sus trinos, hablan con sus héroes.
Si añadimos que para los primitivos la
presencia de los animales formó parte
consustancial de sus visiones sobre el
origen del mundo, y a la evolución de sus
mitos, se abre una extensa red de
referencias, con las cuales la poesía
surrealista continúa enriqueciéndose.
La aparición del animal dentro de la cultura
se remonta a tiempos inmemoriales. En todas
las pinturas rupestres, aparecen como parte
de las actividades del hombre relacionadas
con la búsqueda de su sustento, pero
significando además una fuerza superior. En
las profundas cavernas de Lascaux un pájaro
posado sobre una estaca, ofrece su enigma
interpretativo. Contigua a ésta yace una
figura con cabeza de ave y su sexo en
erección, frente a un bisonte recién
lanceado. El espectáculo fue interpretado
por George Bataille en su libro “Les Larmes
d’eros” (3). Lo importante en lo que
concierne a este trabajo, es poner de
relieve la temprana aparición del ave en las
profundidades de una caverna, como figura
central del pensamiento mágico y del
inconciente colectivo. A partir de las
pictografías que aparecen en las
manifestaciones mágico/religiosas arcaicas,
las aves comenzaron a simbolizar lo que los
hindúes llamaron “los estados superiores del
ser” (4). En lo que respecta a su aporte a
las artes, y en este caso al surrealismo, la
aparición de las aves y otras bestias, en
culturas como las oceánicas y precolombinas,
adquirieron un relieve especial. En muchas
de sus representaciones el ave se
metamorfosea en un ser híbrido, al igual que
ocurre en las pinturas de Max Ernst, Leonora
Carrington, Chagall o Toyen. En las paredes
de un santuario del mesolítico en
Mesopotamia, aparecen buitres con cabezas
humanas, mientras que en pleno auge
surrealista, Toyen pintó un águila con manos
humanas (L’Heure Dangereuse”, 1942). Hermes
como el dios Thoth, tenía la cabeza de Ibis.
En los collages de Max Ernst aparecen
personajes con cabeza de aves. Otro buen
ejemplo de estas transformaciones de
animales en figuras míticas, puede
observarse en un cuadro de Gustave Moreau,
pintor que ejerció profunda fascinación en
los surrealistas, titulado “Oedipe et le
Sphinx” (1984). La relación de este cuadro
con la mitología y la simbología astrológica
es bien conocida. Marc Chagall cuya aficción
por las aves se encuentra presente en
numerosos de sus cuadros, pintó uno titulado
“Le Jongleur” (1943) donde su cabeza es
sustituida por la de un gallo. La serie de
“Figuras Míticas” que Leonora Carrington
pintara en 1954, muestran esas mismas
mutaciones entre animales fantásticos y
seres humanos. Lo mismo podría decirse de la
pintura del joven pintor chileno Miguel
Angel Huerta, que ha logrado crear una
especie de mestizaje entre la figura humana
y animales míticos. En los estadios más
primitivos de la cultura pues, el hombre
sintió una “participación mística” con los
animales La creencia de que el hombre puede
transformarse en animal y viceversa es de
origen ancestral. Los chamanes se
invistieron con apariencias zoomorfas para
practicar sus rituales. Las máscaras se
apoderaron mágicamente de sus poseedores,
haciéndoles encarnar los poderes asignados a
cada animal que representaban. El proceso de
la pintura y la poesía surrealista está
colmado de ejemplos en los cuales esas
transformaciones tienen lugar. La presencia
totémica del animal, atestigua por lo tanto,
acerca de la mirada primigenia con la cual
el ser humano le imprimió su simbolismo.
Los cientos de miles de años vividos en una
especie de simbiosis mística con el mundo
animal dejaron huellas indelebles de
acuerdo con Mircea Eliade (5)
Dentro de la tradición occidental, los
bestiarios aparecieron desde temprana fecha
en el escenario europeo. Durante la Alta y
la Baja Edad Media, la imaginación
apocalíptica se manifestó en libros como
“Comentarios al Apocalípsis” (970) del Beato
de Liébana o el que se conserva en los
Cloisters de New York, fechado a principios
del siglo XIII. Ambos reproducen las
apariciones escatológicas que San Juan viera
en Patmos, con una diversidad de imágenes,
cuyo impacto se reflejó en las obras de Max
Ernst o Leonora Carrington. El cristianismo
fue pródigo en adoptar la imaginería
pre-cristiana a sus manifestaciones
artísticas. Desde la poesía de Aurelio
Prudencio cuyo “Himno al canto del Gallo”
utilizó esta ave consagrada a Minerva y a
Mercurio, como figura de Cristo, hasta San
Francisco de Asís que conocía el lenguaje de
los pájaros y se comunicaba con las bestias
del campo, el cristianismo fue un campo
dúctil a las influencias esotéricas. En
libros como la “Hyerogliphica de Horapollo”,
(atribuido a uno de los últimos magos
egipcios del siglo IV), publicado en
Florencia en 1505, y los “Emblemas” de
Alciato (1522), dieron entrada a una
iconografía ligada a esas tradiciones que
mantuvieron su influencia a partir del
renacimiento. Basta con recurrir a cuadros
como los del Hieronymus Bosch (“Las
Tentaciones de San Antonio”, (1510) o “El
Jardin de las Delicias”), para sorprender en
los mismos una fantasía animal y vegetal
derivada de los místicos, astrólogos y
alquimistas. Sabemos el influjo que esa
pintura desempeñara en la sensibilidad
surrealista. Cada animal pasó por lo tanto a
poseer un simbolismo mágico que aún
subsiste. La identificación en los deportes
de un equipo con un animal, así lo
atestigua. Muchas marcas de autos llevan
nombres de animales. Es decir la antigua
propensión de trasferirle a los animales un
significado totémico, perdura dentro de la
sociedad contemporánea, aunque adulterada
por su uso publicitario. |
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LA CORRIENTE HERMETICA |
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En la tradición hermética la presencia de
los bestiarios se hace patente. La heráldica
cuya estrecha relación con el hermetismo
alquímico es conocida, posee un amplio
muestrario de toda suerte de animales: desde
las aves, los peces o los cuadrúpedos, hasta
otros de naturaleza fantástica como los
grifos o los dragones. En lo que se refiere
al surrealismo, la heráldica pasó a formar
parte de la pintura de Kurt Seligmann (“Les
Vagabondages heraldiques” (1934). La
incorporación dentro de las representaciones
visuales y escritas de la alquimia de
dragones, basiliscos, águilas, salamandras,
unicornios, pelícanos, sapos, leones,
caballos etc. y la relación de éstos con
figuras de la mitología clásica, forman
parte esencial del proceso del opus.
Libros como “La Aurora Consurgens”,
“Splendor Solis”, “Rosarium Philosophorum”,
“De Lapide Philosophico”, o “Viridarium
Chymicum”, muestran una imaginería que los
surrealistas a la postre, habrían de
aprovechar. La distinción entre animales
terrestres y volátiles, o pertenecientes a
la luz y a la sombra, contribuyó también a
brindarles un aura específica, que fue
ocupando su sitio en la imaginación de
pintores como Max Ernst, Brauner, Leonora
Carrington, Lam, Chagall, Masson, Miró,
Toyen o Jorge Camacho, así como en la poesía
de Breton, Peret, Cesaire, Eluard, Cabanel,
entre otros.
Hablar pues del surrealismo, ya ha sido
dicho hasta la saciedad, obliga a hablar del
hermetismo y de la alquimia en particular.
No se trata de convertir a los surrealistas
en unos practicantes de ese arte, aunque el
caso de Jorge Camacho sea una excepción.
Existen sin embargo, dos componentes en la
relación entre los alquimistas y los
surrealistas que deben ser destacados. El
primero obedece al pensamiento analógico
cuya naturaleza constituye un vaso
comunicante entre el surrealismo, la
alquimia y el pensamiento primitivo. La idea
de la transmutación como motor que impulsa a
la materia bruta a su sublimación, no es
ajena a la que los primitivos sienten ante
la naturaleza, y la que los surrealistas
practican en su obra. Lo segundo, no menos
importante que lo primero, responde a la
exteriorización de ese pensamiento en
imágenes o en palabras. Para los
surrealistas no existe básicamente una
diferencia entre un tótem de la Columbia
Británica, el “Pájaro de Hermes” del “Ripley
Scrowle” (siglo XVI), el bestiario de
Leonora Carrington o los pájaros que
perfuman los bosques de Paul Eluard.
Todos esos ejemplos contribuyen a confirmar
la creencia surrealista –heredada de los
adeptos - de la correspondencia universal
entre lo animado y lo inanimado. Esa
apropiación refleja el intento de los
surrealistas de convencernos que sus
realizadores poseían un mensaje de
importancia que deseaban hacer llegar, que
estaban en posesión de un secreto…no
repetiremos los suficiente que ese secreto
es todo (6). El quid del asunto
se encuentra por consiguiente, en develar el
contenido del secreto, tarea que puso a los
surrealistas en el mismo rumbo que los
alquimistas tomaron para su búsqueda del oro
filosofal.
En los textos herméticos y las ilustraciones
que los acompañan, sorprendemos una variedad
de animales-símbolos, cuya polisemia se
encuentra relacionada con la representación
del animal, sus diversas transfiguraciones,
y los colores de sus cuerpos o sus plumajes.
La nigredo, por ejemplo, se encuentra en el
cuervo o el sapo. El albedo en el cisne o en
el águila blanca. El verde en el león verde
y el rojo en el gallo o en el fénix. El
cromatismo de la cola del pavo real
contrasta con la negritud del cuervo, o la
blancura del cisne, creando pues diversos
significados. Los alquimistas utilizaron
esas gamas para fijar las etapas de su obra.
El simbolismo de los colores, como los que
se exhiben en el reino animal, creó en torno
al lenguaje visual de los alquimistas, un
aura de secreto que sólo los adeptos podían
descifrar. Breton como lo dijera en su poema
‘Pleno Margen”, no era un adepto. Pero vale
la pena recordar que ese poema fue dedicado
a Pierre Mabille, cuyos lazos con el
investigador de las ciencias ocultas, Pierre
Piobb, lo introdujo en los arcanos del
esoterismo. Entre Breton y Mabille siempre
existió una relación estrecha, y éste le
comunicó a Breton sus conocimientos, como
más tarde lo harían los alquimistas Eugene
Canseliet y René Alleau. Lo importante pues,
consiste en señalar que a partir de un
contacto previo, contacto que como todos los
que hiciera Breton contenía un sustento
apasionado, el secreto continuó
siendo el horizonte de sus búsquedas.
Teniendo ese horizonte como mira, el libro
“Alchimie” de Jacques Van Lennep (7), nos
ofrece la autoridad más definitiva acerca de
nuestro tema. Con su profusión de imágenes y
su profunda erudición, Van Lennep examina la
presencia de los animales en la iconografía
de los alquimistas. En tanto que poseen un
interés especial para el surrealismo, un
recorrido por sus páginas, nos muestra la
proliferación de una fauna destinada a ser
descifrada herméticamente por los
alquimistas y poéticamente por los
surrealistas. En el fondo no existe
contradicción: los primeros elaboraron unos
seres que prefiguraron los que los
surrealistas habrían de inventar. La
teratología que ambos utilizan en algunos
casos, demuestra que tanto la imaginación
alquímica como la surrealista, están puestas
al servicio de una quete, cuyo
destino continúa siendo la revelación del
secreto. En ese sentido los grabadores
suizos y alemanes del siglo XVI como Durero,
Lucas Cranach, Martin Schongauer, o Urs de
Graff dados a representar escenas de
demonología, o llenas de connotaciones
alquímicas, ejercieron gran influencia en
obras como las de Kurt Seligmann (“Sabbath
Phantoms, Mythomania” (1945), quien fuera
autor de un importante libro: “The History
of Magic”, en Wifredo Lam (“Belial,
emperador de las moscas” (1948), en Víctor
Brauner “Naissance de la matiere” (1940), en
Matta: “Science, conscience et patience du
Vitreur” (1944), en Enrico Donati:
“Tentation d’Icare” (1944) ,en Max Ernst:
“La nature á l’aurore” (1938) ,en Wolfgang
Paalen: “Le combat des princes saturniens”
(1939), Jacques Herold “Le Shamane” (1957),
o en la serie “La Danse de la Mort” de Jorge
Camacho (1976). Fue posible entonces
sorprender en las pinturas, collages,
cadáveres exquisitos, y otras técnicas
creadas por los surrealistas, un sentido de
continuidad con las iluminaciones,
criptogramas y emblemas herméticos y con las
pictografías rupestres. En la caverna
llamada “Tres Fréres” se descubrió la figura
de un hechicero llamada “El Gran mago”, que
consiste en un ser con cabeza de ciervo
provista de grandes cornamentas, rostro de
búho, orejas de lobo y barba de antílope.
Los brazos parecen zarpas de oso y la cola
es de caballo. Si bien los alquimistas o los
chamanes tenían una finalidad específica, no
por ello dejaron de legarle al surrealismo
la llave que abría las puertas del
conocimiento. El uso de las imágenes, y
entre éstas la morfología cambiante de los
bestiarios, fue decisivo para que ambos,
alquimistas y surrealistas, realizaran uno
de los más abarcadores intentos conocidos
para alcanzar el punto supremo.
Octavio Paz pues pudo decir que el
surrealismo es una actitud del espíritu
humano. Acaso la más antigua y constante, la
más poderosa y secreta (8).
Dentro del cuadro que someramente he
mencionado, el Surrealismo ocupa un doble
sitio de sucesor e iniciador.
Aunque las iglesias cristianas hicieron todo
lo posible por erradicar lo que generalmente
se llamó “el ocultismo”, lo cierto fue que
contribuyeron a su pesar, a mantenerlo
vigente. En uno de sus últimos escritos
titulado “A Ce Prix” dedicado a Jean-Claude
Silbermann (9), Breton concluyó que el
precio que había que pagar por mantener en
vivo una de las aspiraciones del hombre de
inferir un designio sea inteligente, sea
moral, en la naturaleza…responde a
una necesidad orgánica…que exige no
ser frenada sino estimulada, aún
teniendo que admitir que la idea de un Dios
ocupe un sitio en esa necesidad. ¿Qué quiere
decir esto en el fondo? Creo que Breton
estuvo conciente que si su inclinación hacia
el hermetismo lo había llevado a regiones
insospechadas, no quedaba entonces otro
remedio que aceptar los presupuestos de la
tradición “cristiana” insertos dentro del
mismo. En otras palabras, que Breton se
sitúa dentro de una línea de
poetas-pensadores que tuvieron que caminar
–como lo hicieron los autores herméticos-
por los caminos sinuosos de las religiones
establecidas, además de las primitivas. Es
indudable que el terreno que las religiones
cultivan, es más propicio para una creación
poética que como la de los surrealistas, se
sustenta en la imaginación. Sin poner en
duda la autenticidad de su ateísmo, con
todas las contradicciones que esto implica,
lo cierto es que Breton al aceptar la
corriente hermética, se vinculó de paso con
sus signos ascendentes, signos que
apuntaban hacia un origen primordial, que
religiones como la católica han querido
encerrar en formularios dogmáticos. |
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LA NATURALEZA COMO ESCENARIO SURREALISTA |
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Breton percibió en las artes y los mitos de
la Oceanía, una reconciliación del hombre
con la naturaleza y consigo mismo (10).
En su homenaje a Archille Gorky (11), Breton
se refiere a este pintor como el único
pintor surrealista que se mantiene en
contacto directo con la naturaleza,
colocándose ante ella para pintar con la
finalidad de requerir sensaciones capaces de
actuar como trampolines hacia la
profundización de ciertos estados de ánimo…
La versión surrealista de la
naturaleza (donde imperan los animales), con
sus constantes metamorfosis, proviene de la
mirada romántica, que sintió en la misma una
fuerza motriz a la vez filosófica y poética.
Pero con anterioridad a la influencia
romántica, tanto en la pintura medieval como
después en la renacentista, se sumaron la
pasión incitada por maravillas que llegaban
de los distintos puntos del globo acabados
de descubrir en el caso de los
renacentistas, o de fabular en cuanto al
mundo medieval se refiere. En culturas de la
época románica como la celta, los animales
fabulosos ocuparon un sitio preferencial en
sus iluminaciones. La enciclopedia compilada
por Rhabanus Mauro en el año 844, incluía
una sección: “De bestiis”, donde se
discernían toda suerte de criaturas
híbridas. De acuerdo con Francesco Mezzalira
de quien tomamos algunos datos (12) Federico
II de Swabia (1194-1250), se dedicó a la
observación del mundo animal y de las aves
en particular, dejando una obra “De arte
venandi cum avibus” que constituyó un texto
esencial durante toda la Edad Media. Hugo de
San Víctor escribió por su parte en el siglo
XII “De bestiis et aliis rebus” donde las
aves ocupaban un sitio de preferencia. Lo
mismo ocurrió en ese siglo con la obra de
San Alberto el Magno “De animalibus”. Hacia
fines del siglo XIV, circularon manuscritos
profusamente ilustrados, de la obra de
Plinio el Viejo, “Naturalis historia” los
cuales influyeron en los bestiarios
renacentistas. El Renacimiento recogió el
legado de una mirada proclive a descubrir en
el mundo animal, una fuente de maravillas.
Esto se reflejó en su arte bajo distintas
formas: realista en algunos casos, hermética
en otros. Pero con la entrada de los mundos
allende a los mares, se incorporaron nuevos
descubrimientos interpretados
fantásticamente en su mayoría, que a la
postre dieron lugar a los llamados
“gabinetes de curiosidades” que proliferaron
en el siglo XVI y XVII. La “Historiae
Animalum” (1551-1558) de Konrad Gesner
provee una visión monumental de la zoología
fantástica de los finales del Renacimiento.
Las aves del paraíso, los armadillos, los
perezosos, panteras, camaleones, avestruces,
dodos etc. representaron los nuevos
portentos de los cuales se nutrió la
imaginación europea. La pintura de esa época
se llenó de aves, mariposas, cuadrúpedos,
peces etc. que reflejaron una imaginación
que anticipaba la surrealista. El
hermetismo, como he señalado, entró a formar
parte de esas interpretaciones de la
naturaleza, como podemos observar en cuadros
tan disímiles pintados por el Bosco o
Giorgione. En el cuadro “La Tempestad”
(1505) de este último, el mancebo que vemos
hacia la izquierda (principio masculino que
fecunda la tierra) impregna a la doncella
que aparece amamantando a un niño, para
engendrar la piedra filosofal. En el fondo
el relámpago (principio ígneo) y el
riachuelo (principio húmedo), representan
las etapas de la sublimación de la materia.
La naturaleza por lo tanto, ofrece un marco
donde más allá del deleite que produce su
belleza, esconde otra interpretación: La
visión de una naturaleza orgánica viene del
neoplatonismo, a través de Giordano Bruno,
Boheme…la visión de la creatividad de la
imaginación y de la poesía como profecía,
posee un origen similar. Una concepción
simbólica e incluso mítica de la poesía, es
frecuente por ejemplo, en el barroco con su
arte emblemático, su visión de la naturaleza
como jeroglífico que el hombre, y
especialmente el poeta debe descifrar
(13). La idea surrealista de la
naturaleza se encuentra identificada con ese
punto de vista. El amor sublime que Breton
canta en el “L’Amour Fou” y en “Arcane 17”,
tiene como trasfondo la naturaleza salvaje
de un volcán: el “Tiede”, y de un acantilado
donde anidan las aves: “La Rocher Percé”.
Esos espacios se transfiguran en escenarios
“sagrados”, donde se le canta al amor. Para
el romanticismo y el surrealismo, esos
espacios podrían representar el lugar de las
hierofanías de los primitivos . Los
románticos sintieron tanto Chateaubriand con
la América como Gaspar David Friederich
frente a sus paisajes una especie de fulgor
místico. En todos esos casos el repertorio
de signos que la naturaleza ofrece, origina
un lenguaje que se comunica secretamente con
quienes la habitan, ya sean seres humanos o
animales. Aunque el panteísmo romántico no
pasó a formar parte del pensamiento
surrealista, los sentimientos que éstos
expresaron (y en especial Breton) ante los
fenómenos naturales, no dejan duda que
bordearon esa tendencia. El espíritu de las
bestias aparece entonces poéticamente
relacionado a los distintos reinos de la
naturaleza como Peret recreara en su
“Historia Natural”. (14)
Todo es posible –nos
dice el poeta en su sección dedicada al
reino animal- extraeré la cebra del
lavadero flotante ahumado, y el sapo del
dedal florido, pero me hará falta operar
bajo la luz de la luna a fin de aislar a la
pulga. Reduciré a polvo las flores de la
retórica y las mezclaré con el diagrama
machacado para que se echen a volar todos
los colibríes…
…La estrella de mar emitía ruidos gangosos…es por esto que
tallé al hombre de una semilla de ciruelo.
Era aún minúsculo pero confiaba en que el
tiempo le permitiría crecer…Apenas el hombre
había comenzado a respirar, se irguió sobre
sus piernas y gritó: “Y mi mujer, ¿dónde
está?. Tú debes encontrarla, le dije y,
recogiendo miel que goteaba de un árbol,
moldeó a su mujer….
Lo que resalta en el primer fragmento, es
una recreación de formularios alquímicos
pasados a través del filtro de los cuentos
infantiles. El segundo es un remedo de los
mitos de la creación que aparecen en los
pueblos primitivos. En ambas instancias el
método lúdico de Peret se vale de la
naturaleza, dejando al descubierto la
semejanza que existe entre la mentalidad que
Levy Bruhl llamó “pre-lógica”, y la
causalidad antilógica que se desprende de
esa mentalidad, practicada por los
surrealistas en oposición a la lógica
utilitaria. En la antología de Peret y en
las demás mencionadas en este trabajo,
abundan las muestras de cómo funciona esa
mentalidad en la poesía, los cantos
rituales, las leyendas o los cuentos. El
prestigio que ha gozado entre los
surrealistas el caudal de conocimiento de
otras realidades que esas
manifestaciones poseen, en fácil de trazar
en sus mejores obras.
En su “Introducción a las religiones de
Australia (15), Mircea Eliade cita, entre
tantos otros, el mito de los hermanos
Bagadjimbiri según el cual los
hermanos surgieron del suelo en forma de
dingos, pero posteriormente se convirtieron
en dos gigantes “humanos”, cuyas cabezas
tocaban el cielo. Emergiendo de la tierra
justo antes del crepúsculo del primer día.
Cuando oyeron piar a un pequeño pájaro duru
que siempre cantaba a esa misma hora,
supieron que estaba por caer el sol…pero un
buen día alguien lo mató con una lanza. La
madre de los hermanos (Dilga), percibió a
gran distancia el olor de los cadáveres…de
sus pechos manó la leche, que corrió bajo
tierra hacia el lugar donde yacían los dos
hermanos muertos. El líquido comenzó
entonces a fluir a borbotones, como un
torrente, ahogando al asesino, y volviendo a
la vida a los dos hermanos. Los Bagadjimbiri
se transformaron con posterioridad en
serpientes de agua, en tanto que sus
espíritus se convirtieron en las nubes de
Magallanes…Como podemos deducir de la
lectura de este fragmento, el sentido de
continuidad que existe entre los textos de
Peret y el mito Bagadjimbiri ,
sustenta la cristalización de la mirada
surrealista ante la naturaleza y los mitos
que se anidan en ella. De ahí resulta una
poesía (visual y verbal), que vinculó lo
maravilloso con el contenido jeroglífico de
ésta. Nadie mejor que Max Ernst, Masson,
Tanguy o Wifredo Lam lo comprendieron así.
Prosiguiendo por esa vía los surrealistas se
adentraron en el mundo primitivo, con
intenciones de arrancarle al mismo su caudal
imaginario. En ese sentido contribuyeron a
despertar un interés hacia un mundo que
aunque fuese del dominio de los etnólogos,
mantuvo en vivo su atracción poética, como
lo demostraron Wolfgang Paalen con la
América, Michel Leiris con el Africa y
Vincent Bounoure con la Oceanía. |
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LA CORRIENTE PRIMITIVA |
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Los surrealistas se aprovecharon del “ars
combinatoria” que presentan las
manifestaciones artísticas de los pueblos
primitivos. El ser uno y otra cosa que uno
mismo, que de acuerdo con Levy Bruhl era
característico de las funciones mentales de
las sociedades primitivas, pasó a formar
parte de la confección del arte surrealista.
Los animales que forman parte de la
iconografía primitiva y surrealista, se
prestan a crear múltiples transformaciones.
En los “cadáveres exquisitos” muchos de
ellos semejantes a tótems, o en el juego “el
uno en el otro”, el procedimiento de acercar
elementos que forman “a posteriori” una
narrativa poética, poseen puntos de contacto
con la mentalidad primitiva. La genealogía
mítica que los tótems manifiestan, se
transforma en maravillosa a los ojos de los
surrealistas, a medida que un animal
engendra a otro, para crear una especie de
cadáver exquisito. En su ensayo titulado
“Les Pouvoirs Perdus” (16), Micheline y
Vincent Bounoure precisan que es de esa
forma que en las esculturas de Nueva
Irlanda, una aceleración del sentido
perceptivo permite que el ojo de un tiburón
se incruste en su oído, apareciendo de
inmediato alrededor de cada comisura la
cabeza de un calao. La multiplicación del
contenido se produce alrededor de un mismo
signo y no de una despersonalización de las
formas naturales. Resulta más bien, un lujo
de interpretación como si hubiesen sido
imitadas en el estadio de la sensación,
antes de que la percepción las hubiese
especializado. Las mutaciones a que la
fauna es sometida en el arte primitivo,
responden por lo tanto a un lujo de
interpretación que en términos de
libertad creadora pasa a formar parte del
lenguaje surrealista. En ese ensayo, los
autores mencionan el término homonymie
para designar un mismo motivo
susceptible de representar, a nivel de las
correspondencias, dos objetos naturales, los
cuales abren en el interior de una obra
plástica un campo inextinguible…La
poesía al tomar posesión de los poderes
que le imparten la cábala fonética o el
lenguaje de los hermetistas,
probablemente es el sólo equivalente
occidental del lenguaje malangan (de la
Nueva Irlanda)…Surrealismo, hermetismo y
mentalidad primitiva, se dan de la mano para
configurar un nuevo conocimiento donde la
exacerbación de la percepción conduzca a
restituir la virginidad de las cosas al alba
de la primera mirada (17). Lo que
Breton afirmó: el ojo existe en estado
salvaje obedece a ese mismo punto de
vista. |
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LA OCEANIA |
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El mundo primitivo pues encarnó para los
surrealistas el signo ascendente más
elevado. El águila blanca como la piedra
filosofal que planeaba sobre la Nueva Guinea
que Breton percibió en uno de los
fragmentos de su “Pez Soluble” (18) o las
plumas del pájaro maravilloso de colores
variados que pasa en las Bodas Químicas de
Simón Rosenkreuz, (19) que descubriera
en la pintura de Wolfgang Paalen, son
apariciones que asimilan la conjunción de
tres concepciones afines: la hermética, la
primitiva y la surrealista. Entre las
primitivas, la oceánica y la americana
ocupan un sitio privilegiado. Baste pues
ojear las láminas de libros dedicados a las
artes de diversas religiones primitivas,
para observar que en todas las bestias
aéreas, terrestres o acuáticas, aparecen
figurando los temas centrales de su
mitología. La mirada surrealista se fijó en
primera instancia y con especial delectación
en la oceánica, siendo objeto de la
exaltación poética de Breton y de las
investigaciones de Vincent Bounoure. En su
artículo titulado “Oceanía” (20) Breton
precisa su inclinación favorable hacia el
arte de esas regiones, alejándose de la
africana, demasiado estructurada para su
gusto. En ese sentido habría que hacer una
excepción con respecto a la esculturas de
Agustín Cárdenas (saludada por Breton) cuya
obra inicial, sobre todos las realizadas en
madera, corresponden a la sensibilidad
africana. En otro texto que sirvió como
prefacio para el libro de Karen Kupka “Un
Art a L’Etat Brut” (21), se expresa de la
misma manera. En el primero de esos textos,
Breton nos advierte acerca de la diferencia
no sólo formal sino de contenido, que se
opera entre un fetiche o máscara africana y
otro de la Oceanía. Estos últimos, de
acuerdo con Breton, superan el dualismo
de la percepción y la representación, para
no detenerse en la corteza y alcanzar la
savia…Es decir, para rebasar ese
dualismo que ha sido una de las
preocupaciones constantes de la pensamiento
surrealista: el caminar surrealista desde
un principio, es inseparable de la
seducción, de la fascinación que ejerciera
sobre nosotros …un arte donde…lo
maravilloso, con todo cuanto supone de
sorpresa, de fasto, de visión fulgurante de
otra cosa diferente de cuanto podamos
conocer, no ha conseguido nunca en el arte
plástico los triunfos que alcanza con
ciertos objetos oceánicos de alta clase…porque
en definitiva como aclara en su segundo
texto, lo que importa en el orden
afectivo es que el contacto se
establezca espontáneamente y que la
corriente pase, apasionando al que la
recibe hasta el punto de que ni las
oscuridades mismas puedan ser ningún
obstáculo…por mucho que se insista en esto,
nunca será demasiado: solo la puerta
emocional puede dar acceso a la vía regia,
jamás nos llevarán a ella los solos caminos
del conocimiento.
Si me he detenido en citar largamente estos
dos documentos, es porque plantean la
posición surrealista a favor de lo que
podemos llamar una hermenéutica
apasionada de la realidad, que Breton ve
con mirada romántica. Es bajo esa
hermenéutica que los surrealistas,
prosiguiendo las huellas dejadas por las
culturas primitivas, elaboraron lo que
Ferdinand Alquié llamó “su saber afectivo”.
Era inevitable, por lo tanto, que la mirada
de Breton se posara en la revelación mágica
donde el águila blanca, como la piedra
filosofal, planeaba sobre la Nueva Guinea.
Su intensa experiencia poética que
llevaba en sí misma la carga de una
nostalgia, mencionada en su texto sobre
Wifredo Lam, (22) hizo posible que águila,
piedra filosofal y la Nueva Guinea, se
uniesen en uno de sus textos automáticos. De
esas combinatorias surge la alquimia del
surrealismo. |
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LA AMERICA |
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Si la Oceanía le proporcionó al surrealismo
un abundante muestrario de animales, la
América hizo otro tanto. Comenzando por lo
tótems de la Columbia Británica, hasta
llegar a los confines del Amazonas y los
Andes, las culturas que poblaron esas
regiones fueron prolíficas en la
representación de un fabuloso bestiario. El
arte de los nativos americanos se abrió como
un extenso campo de riquezas visuales, donde
la mirada surrealista fue descubriendo una
iconografía idónea para sus propósitos. La
geografía del continente, fabulada desde la
época de los cronistas, con sus seres
híbridos o pájaros de plumajes
deslumbrantes, ejerció un atractivo para los
surrealistas que perdura hasta nuestros
días. Los plumajes de los indios del
Amazonas, que sedujeran a Peret, proveen por
ejemplo, una muestra de la reciprocidad que
existe entre los mitos y los artefactos que
se utilizan para manifestarlos. La energía
que emana de los colores de las plumas,
reflejan las fuerzas mágicas que las aves
poseen. Para los chamanes Waiwai cuando el
sol se niega a relucir, éstos cambian sus
adornos de plumas negras del guaco,
revistiéndose con plumajes multicolores para
que vuelva a aparecer. Los tucanes, los
macaos y otras aves, le proporcionan a los
chamanes los “instrumentos” necesarios para
realizar su proyecto mágico. En ciertos
cuadros de Toyen la iridiscencia de colores
que exhiben esas aves, quedan impregnadas en
cuadros como “Tous les elements” (1950) o
“Il y a un Rossignol et une nuit” (1960).
Los mitos y las leyendas de los pueblos
americanos que Benjamín Péret recopilara en
su antología (23) abundan en referencias a
la participación de los animales en la
confección de los mismos. Todos los pueblos
americanos plasmaron sus creencias míticas
en imágenes totémicas, en tejidos como los
de las culturas peruanas, en los platos y
vasijas de los Mayas, en las cestas de los
Hopis o en los dibujos en la arena de los
Navajos. La influencia que ese arte
ejerciera sobre el surrealismo fue
determinante y es fácil explicar por qué. A
partir del descubrimiento de la Oceanía,
quedaba el otro polo: La América, para
proporcionarle al surrealismo la segunda
vertiente que habría de completar las muevas
directrices de su pensamiento. Una América
habría que añadir, más explorada por los
europeos que la Oceanía. En otras palabras,
una América cuya flora y fauna habían hecho
su entrada en la imaginación occidental con
los viajeros de indias, introduciéndose
eventualmente en sus producciones artísticas
como ya hemos subrayado. La corriente pues
atravesó el Pacífico: un rayo de luz
subsiste deslizándose desde la tapa de un
sarcófago o una cerámica peruana, a una
tablilla de la isla de Pascua, manteniendo
la idea de que el espíritu que fue animando
sucesivamente a tales civilizaciones, en
alguna manera parece escapar al proceso de
destrucción que va acumulando a nuestros
pasos las ruinas materiales (24).
El simbolismo animal le confiere por lo
tanto al Surrealismo, una llave de paso para
penetrar en el mundo de lo maravilloso.
Refiriéndose a las obras del tintorero suizo
Aloys Zotl que había pintado un bestiario
fabuloso, Breton expresó lo siguiente:
sabemos qué enigmas esconden (los animales)
en cada uno de nosotros y el rol primordial
que juega en el simbolismo del subconsciente
(25). Una vez instalados en un
mundo abierto al espacio de las
posibilidades simbólicas, los surrealistas
dejaron que su imaginación los poblase con
sus ricos bestiarios. En ese proceso la
presencia de las aves contiene toda la vieja
tradición hermética, que a su vez los
surrealistas recrearon poéticamente, como lo
hicieran Max Ernst con su Loplop totémico, o
Miró esquematizándolos en cuadros con
títulos tan evocativos como “Une goutte de
rosée tombant de l’aile d’un oiseau reveille
Rosalie endormie a l’ombre d’une toile
d’airaignée” (1939). Los pájaros de Max
Ernst o los de Miró, son apariciones de una
poesía que asimila la conjunción de tres
concepciones afines: la hermética, la
primitiva y la surrealista.
Si revisamos los códices mejicanos como el
“Nuttall”, el de “Dresden” o el “Borgia”,
veremos en los un desfile de aves de toda
especie, serpientes emplumadas, coyotes,
jaguares etc. participando del complicado
sistema ritual de sus creencias. Lo que
además nos interesa ver en los mismos, es la
religación que existe entre un cuervo o una
ballena de los tótems Haidas, las máscaras
zoomorfas de los Kwakiutl, las panteras,
mariposas y pájaros-truenos del suroeste de
los Estados Unidos, los animales fabulosos
de los tejidos Huicholes y las bestias
híbridas que aparecen en las Paracas del
Perú. Formando parte de esa gran
manifestación, la pintura surrealista exhibe
muchos de sus ejemplos más deslumbrantes.
Víctor Brauner, Jorge Camacho, Max Ernst,
Wifredo Lam, André Masson o Joan Miró,
incorporaron la extensa fauna americana y
oceánica a sus respectivas obras.
Brauner reinterpreta en su fauna
emblemática, y sin abandonar sus referencias
al hermetismo y a la cábala, la imaginación
mítica americana. En pinturas como “Anagogie
Animale” (1945), “Coq au Servie du Serpent”,
(1945), “Separation D’Irschou” (1947)
“Prelude á une Civilisation” (1954), se
refleja el proceso de cambio que el
surrealismo venía experimentado durante esa
época. A pesar de que se mantuvo aislado en
una remota región de Francia durante la
guerra, Brauner tendió un puente entre una
cultura imaginada desde la distancia (como
lo hiciera el aduanero Rousseau), y su
inclinación hacia el esoterismo. En la
pintura de Brauner se conjugan numerosas
corrientes que en un momento dado de su
carrera, se unieron para brindar uno de los
bestiarios más fascinantes del surrealismo.
En su “Ornitología apasionada” el discípulo
de Fourier, Alphonse Toussenel, describió a
las aves como los precursoras y las
reveladoras de la armonía (26). Bajo ese
espíritu, la pasión de Jorge Camacho por las
aves, lo llevó a las selvas americanas (Las
Guayanas) para fotografiar aves nocturnas, a
paisajes cargados de presencias aborígenes
(El Perú), y a interesarse por los mitos de
los Hopis, cuyas Katchinas colecciona. En
una serie de óleos sobre papel expuestos en
1993, relaciona la fauna americana con esos
mitos: “Clan du Lapin”, “Clan du Coyote”,
“Clan du Serpent”, “Clan de L”Oiseau Bleau”.
Junto con el poeta Francois René Simon
publicó en 1997, “Ornithology” con fotos y
dibujos de aves americanas. Durante toda su
trayectoria, Jorge Camacho ha sido uno de
los representantes del surrealismo que mejor
ha revelado el secreto que esconde la
naturaleza, y sobre todo el de las aves.
Max Ernst fue el gran catalizador. En su
obra se incorpora un vasto bestiario (que
arranca de la imaginación medieval y del
siglo XVI), con paisajes, katchinas, y
tótems americanos: “Arizona Forest” s/f. Ese
bricolage que animó a su imaginación, se
tradujo en una rica producción que empleó
técnicas como el collage, el frottage, o la
calcomanía para interrogar el otro lado de
la realidad. Su capacidad para unificar las
distintas manifestaciones herméticas y
primitivas en su obra, lo llevó a pintar
cuadros como “La Belle Jardiniere” (1923),
“Nature at Dawn” (1936), “Monuments to the
Birds” (1927). La identificación de cuadros
como éstos con los petroglifos de la Oceanía
o de la América, ha sido documentada. Sus
collages sobre todo los publicados en su
libro “Une Semaine de Bonté” (1934) o sus
frottages manifiestan su gusto por los
bestiarios. Max Ernst, como Matta o Jorge
Camacho, fue un ávido coleccionista de
Katchinas y a ellas les debe en parte el
rumbo que tomó su imaginación durante su
larga estancia en el oeste de los Estados
Unidos. En la obra de Max Ernst, la
presencia de esas muñecas se hace sentir,
así como el espíritu totémico de los Tlingit
o Kwakiutl en algunas de sus esculturas:
“L’Esprit de la Bastille”, 1960 .
Wifredo Lam penetra en la espesura de las
selvas caribeñas, como lo hizo el poeta
Aimée Cesaire (27), situando en ellas sus
“Femmes-Cheval” u otras bestias provenientes
de una simbiosis entre el Africa, la Oceanía
y la demonología medieval y renacentista. En
su espacio habitan pájaros, sirenas, o
murciélagos evocando un mundo prehistórico y
a ratos apocalíptico, como el que llevó a
cabo en su serie de grabados : “Apostroph’
Apocalypse”, que realizara para el poeta
Gherasim Luca. Su fauna representa uno de
los altos momentos en que el surrealismo
pudo conjugar lo primitivo con la tradición
cultural europea .
El bestiario de André Masson se encuentra
identificado en gran medida, a su interés
por los mitos griegos (“Les Cheveaux de
Diomede”, 1934), (“Oedipus, 1939), los
cuales eventualmente incorporó al paisaje
americano.
De entrada el mundo de Masson se pobló de
insectos (“Insectes dans l’herbe”, 1931),
mantas religiosas (“Les magiciens”, 1936) y
peces (“Combat de Poissons”, 1926). Entre
1935-1936 aparece la figura del Minotauro,
siendo él y George Bataille quienes lo
sugirieron como título de la última gran
revista surrealista de la preguerra. El
delirio vegetal que surgió tras su visita a
la Martinica, produjo una serie de dibujos
donde los árboles se transformaban en
animales o figuras humanas, de una manera
cercana a como los vieron tantos pueblos
primitivos. En los Estados Unidos su
inclinación hacia los mitos continuó
(“Acteón devoré par les chiens”, 1943),
pintando entonces una serie de cuadros,
donde su bestiario le añade al surrealismo
una dimensión entre la mitología griega y la
americana. Otros cuadros de esa época :
“Paysage en forme de poisson” (1941),
“Meditation sur une feuille de chene”
(1942), o “Serpent fascinant un oiseau”
(1943) recogen su afición por la naturaleza
vista con el prisma surrealista.
Uno de los cuadros más famosos de Miró: “El
Carnaval del Arlequín” (1924), posee
evidentes puntos de contacto con las
máscaras esquimales, como las de la islas
Nunivak. En la exposición del Museo de Arte
Moderno de New York “Primitivism in the
20th. Century Art” (28 ) apareció colgado
juntos a esos objetos. Su analogía con el
arte rupestre también ha sido notada. Esas
afinidades forman parte intrínseca de su
bestiario el cual recorre sus obras desde
sus primeros comienzos. La teratología
polimórfica de Miró va más allá de la
practicada por la Edad Media o el
Renacimiento las cuales responden a las
creencias cristianas. Sus monstruos surgidos
de un impulso primigenio, atento a una voz
telúrica, hizo que Breton lo anunciara como
el más surrealista de todos ellos. |
|
CONCLUSIONES |
|
El mito de “Melusina” figura central del
“Arcane 17” de Breton, así como el de “Fata
Morgana” objeto de uno de sus mejores
poemas, ilustran su tentativa de acudir a
otras fuentes que develasen los arquetipos
que se encuentran a la espera de ser
descubiertos. Todos esos seres híbridos,
crean un poderoso campo de energía poética –magnético
como ocurriera con el primer intento de
poesía automática- que atrae a seres
distantes entre sí, colocándolos en planos
de sorprendentes encuentros. Esos nuevos
planos son los collages y los “cadáveres
exquisitos” como ya hemos mencionado. Desde
los collages de Max Ernst hasta los de
Ludwig Zeller y Aldo Alcota o los dibujos de
Antonio Beneyto, Enrique de Santiago y César
Olhagaray más cercanos a los “cadáveres
exquisitos”, el bestiario surrealista
transformó los elementos de la zoología
natural en una zoología imaginaria. Baste un
ejemplo entresacado del libro de Mircea
Eliade ya mencionado, para percibir la
relación entre esos dos procedimientos
surrealistas y la iconografía de las
antiguas culturas. Una figurilla encontrada
en la primera civilización urbana de la
India, representa a un dios con cuernos,
patas y rabos de toro, es decir, un perfecto
collage o cadáver exquisito. Podríamos
también incluir el bestiario de los pintores
del grupo CoBrA no ajenos al surrealismo,
como los de Karel Appel, Constant,
Corneille, o Asger John . En el caso de Max
Ernst sus collages, sobre todos los de “Une
Semaine de Bonté”, responden al simbolismo
alquímico como lo ha demostrado M. E.
Warlick en su excelente libro “Max Ernst and
Alchemy” (29). El collage proporcionó una
inagotable vía de exploraciones que aún
continúa enriqueciendo la poética de los
surrealistas. Los “Cadáveres Exquisitos”
productos del espíritu lúdico que siempre
los ha animado, producen una extensa
variedad de híbridos que van surgiendo al
azar: desde los elefantes con cabezas de
mujer mencionados en los “Campos
Magnéticos”, hasta la superposición de
figuras que van formando extraños y a ratos
grotescos animales, semejantes a los que
aparecen en muchas culturas antiguas. En
todos estos casos el surrealismo ha
incorporado una tradición iniciada en
tiempos remotos, a un lenguaje moderno. Como
lo había expresado René Alleau (30) Las
técnicas tradicionales de la imagen
simbólica, del lenguaje emblemático y
alegórico, de signos sintemáticos,
admirablemente conocidos y practicados por
todos los artistas de la Edad Media y del
Renacimiento, deberían incitarnos a
provechosas investigaciones de métodos
análogos adaptados a las nuevas condiciones
de nuestra “civilización de la imagen”.
Los surrealistas lograron adaptar mediante
diversos procedimientos creados por ellos,
imágenes entresacadas del amplio repertorio
de la cultura moderna, al suyo propio
asentado en lo maravilloso. Que las bestias
ocupen un sitio preferencial dentro de ese
repertorio, brinda la garantía de un sentido
de sucesión con todos esos mundos y
otro de iniciación, que aún la
imaginación surrealista sigue enriqueciendo.
El bestiario surrealista es por lo tanto,
parte esencial de su noción sobre la poesía.
Hablar de la poesía significa vislumbrar el
ámbito de lo sagrado. Asomarse al mismo y
dar el salto hacia ese otro lado, fue una
tarea que los surrealistas se han propuesto,
con la ayuda de tradiciones como la
hermética y la primitiva. Le debemos a los
surrealistas que en gran medida esas
tradiciones continúen manteniendo su
presencia en un mundo cada vez más
desprovisto de incentivos poéticos. El libro
de “Claude Maillard-Chary”: “Le Bestiaire
des Surrealistes” (31) a pesar de su
alambicada exposición, demuestra la
intensidad de esa búsqueda a través de un
minucioso inventario zoológico: desde las
aves hasta los insectos, pasando por ninfas,
sirenas, esfinges etc, surgidos de los mitos
y el hermetismo. Otro libro: “Du Bestiaire
des Alchimistes” de Henri La Croix-Haute
(32), complementa la lectura del primero,
poniéndonos en contacto con el pensamiento
de los buscadores de la piedra, que
fue en definitiva la misma que Breton quiso
encontrar y en gran medida descubrió. |
|
NOTAS |
|
1.- El
profuso bestiario de los “Cantos de
Maldoror” ha sido estudiado por Gastón
Bachelard en su libro “Lautréamont”
(Librairie José Corti, Paris, 1939).
2.- “Cometa
Surrealista” en “La Llave de los Campos”
Libros Hiperión, Madrid/Pamplona. S/F.
Traducción de Ramón Cuesta y de Ramón García
Fernández. Pag. 117.
3.-
Editions Jean-Jacques Pauvert, Paris 1961.
4.- Existe
la creencia en lo que popularmente se llaman
“los pájaros de mal agüero”. En la Malasia
si un pájaro penetra inadvertidamente en una
casa, una vez atrapado se le embarra con
aceite y tras recitar unas fórmulas mágicas,
lo echan a volar para que se lleve la mala
suerte que trajo consigo. En Grecia las
campesinas hacen algo semejante con las
golondrinas.
5.-
“Historia de las Creencias y las Ideas
Religiosas”, Pag. 52. Traducción J. Valiente
Mallá. Editorial Cristiana, Madrid 1978.
6.-
“Oceanía”, en “La llave los campos” , Libros
Hiperión, Peralta Ediciones, Madrid,.
Traducción de Ramón Cuesta y Ramón García
Fernández
7.- Credit
Comunal. Catálogo de la exposición
“Alchimie” realizada en Bruselas 1984. Ver
especialmente las páginas
42,43,95,96,100-03,117,1146,147,156,157,210,221,226,227.
8.- Octavio
Paz: “Las Peras del Olmo”, Libros de Enalce,
Seix Barral, Barcelona, 1971. Página 138.
9.-
André Breton: “Le Surrealismo et la
Peinture” Nouvelle Edition, Gallimard,
paris, 1965.
Páginas 407-09.
10.-
“Oceanía” en “ La llave de los Campos”,
ibid.
11.-
Arshile Gorky, en “Le Surrealisme et la
Peinture” ibid. Pag. 202.
12.-
Francesco Mezzalira “Beasts and Bestiaries”
Umberto Allemandi & C. Turin, 2001.
13.-
Alfredo de Paz: “La Revolución Romántica”,
Editorial Tecnos, Madrid, 1984. Página 33.
14.-
Benjamin Peret: “Historia Natural”,
traducción de Lourdes Andrade, Colección
“Tiempo Detenido”, México, 2000.
15.-
Amorrortu Editores, Buenos Aires, 1975.
Traducción Inés Parral.
16.- “La
Breche”, # 5, Octubre 1963.
17.- Ibid.
18.- Ver
texto 26 de “Pez Soluble” Traducción de
Andrés Bosch en “Manifiestos del
Surrealismo”, Ediciones Guadarrama, Madrid,
1969.
19.- “Le
Surrealisme et la Peinture”. Ibid.
20.-
Incluído en “La Llave de los Campos”, ibid.
21.-
Editeur “Clairfontaine”, Laussane, Suisse,
1962. Existe traducción al español por
Consuelo Bernes, en “, André Breton: Magia
Cotidiana”, Ediciones Espinal, Madrid, pag.
207-212
22.- “Le
Surrealisme et la Peinture” ibid.
23.- “Anthologie des mythes, legends et contes populaires d’Amerique”,
Editions Albin Michel, Paris, 1960.
A esta antología debemos sumarle otras tres
de indispensable consulta: Pierre Mabille:
“Le Miroir du merveilleux”, Les Editions du
Minuit, Paris, 1962.
“Technicians of the Sacred” edited with
commentaries by Jerome Rosenberg, University
of California Press, 1985. Mircea Eliade:
“Essential sacred writings from around the
world”, Harper & Row, 1967.
24.- André
Breton: “La lámpara en el reloj” en “La
llave de los campos” ibid. Pag. 209.
25.- Le
Surrealisme et la peinture”, ibid. Pag. 355.
26.-
“L’Esprit des Betes: le monde des oiseaux,
ornithologie passionelle”, Elibron Classics,
2006. página 45.
27.- En el
“Cuaderno de un País Natal” leemos: que
venga el colibrí/que venga el gavilán/que
vengan los restos del horizonte/que venga el
cinocéfalo/que venga el loto portador del
mundo/…que venga una zambullida de islas/que
venga la desaparición de los días en carne
muerta/en la cal viva de las aves rapaces…Traducción
de Agustí Bartra, Ediciones Era, México,
1969.
28.- Ver
catálogo de la exposición “Primitivism in
the 20th.
Century art”, Edited by William Rubin, The
Museum of Modern Art, New York, 1984.
Volúmen II.
29.-
University of Texas Press, Austin, Texas,
2001.
30.-
“Hypnos et Thanatos ou Le philosophe dans le
paysage” Introducción al catálogo de Jorge
Camacho: “La Danse de la Mort”, Galerie du
Seine, Paris, 1976.
31.-
“Presses de la Sorbonne Nouvelle”, Paris,
1994.
32.-
Editions “Le Mercure Dauphinois”, Paris,
2003. |
Carlos
M. Luis (Cuba, 1932)
Poeta e artista
plástico. Dirigiu em seu país o
Museo Cubano. Como ensaísta,
publicou Tránsito de la mirada
(1991) e El oficio de la mirada
(1998). Tem em preparo um extenso e
valioso livro de estudos sobre o
surrealismo, do qual faz parte o
presente ensaio.
Contato:
karmaluis1@bellsouth.net. |
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